Educar y entrenar. El primer reto de un entrenador que dirige niños y niñas es educar. Es una etapa clave en la vida. Padres y entrenadores son sus referentes. En mis primeros años como formador, siempre pensé que debe primar la educación. Los chicos son auténticas esponjas. Las experiencias a esa edad les marcarán durante toda la vida. Aprenderán grandes lecciones que les servirá de práctica en cualquier disciplina deportiva.
Albert Camus fue rotundo en su día. “Todo cuanto sé, con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Nos hemos acostumbrado a ir corriendo a todos lados. Se ve normal la cultura de la velocidad a la que discurre nuestra sociedad. Todos pensamos sin parar en el éxito, en destacar y ganar siempre, en llegar a la cumbre, teniendo siempre como reflejo lo que vemos día a día en nuestra Liga.
Todos queremos que los niños sean Messi, Sergio Ramos, Muniain, Jesús Navas... Pero son muchos los elegidos y pocos los escogidos, motivo que nos invita a la reflexión. ¿Debe primar entonces la actividad deportiva que realizan los menores o el resultado de la competición?.
A mi juicio, en esta etapa inicial, debe primar la educación y transmitir el amor por el deporte. Pero además de educar a nuestros menores a través del deporte, tenemos también la responsabilidad de trasladar estos aprendizajes a su familia. Con la colaboración de los padres, podremos afianzar grandes valores.
Siendo director de la escuela de fútbol de Alcázar de San Juan o de Cuenca, siempre trasladé a los padres la importancia de respetar el horario establecido para sus hijos en las actividades extraescolares que teníamos programadas y la importancia de ser puntuales, al ser responsabilidad de los padres y no de sus hijos. De esa forma aprenderían para el futuro a ser puntuales, a asistir a las actividades relajados y antelación suficiente.
Esa información la enviábamos a principio de temporada y normalmente a las reuniones venían las madres, y recalcábamos la importancia de esta actividad que iban a recibir sus hijos, pues debían de entender que era un periodo más de educación, unido a la competición, que les trasladaría nuevos valores. De igual forma hablábamos de la alimentación ideal, les dábamos charlas de nutrición, y les insistíamos en el factor del descanso y la higiene.
Inculcar el respeto a los padres por nuestros horarios. Era uno de los objetivos. El deporte estaba al mismo nivel que las clases de inglés, de guitarra, de piano... Se instaló un respeto mutuo. El deporte era importante también.
Sus hijos aprendieron el respeto al entrenador, aprendieron también a competir, a ser ordenados, a respetar el material, a respetar al contrario, a divertirse y a ponderar la amistad. Aún sigo encontrándome chavales que recuerdan con nostalgia esos días y resaltan la amistad que se fraguó entre ellos.
Recuerdan el grupo con el que compartieron el sacrificio de la competición, la solidaridad de recuperar un balón perdido por un compañero, el respeto al árbitro cuando pitaba algo con lo que no estaban de acuerdo. Todos estos valores se fueron trasmitiendo durante años. Valores que les permitieron aprender a ganar y a perder, a recuperarse del fracaso, a potenciar el carácter de cada uno de ellos y como no con el paso del tiempo, se dieron cuenta que esos aprendizajes y cualidades adquiridas les engrandecen como personas.
En el mundo profesional, me he encontrado con casos similares, durante toda mi carrera, los jugadores siguen aprendiendo con mucho cariño. El fútbol actual, en general, nos demuestra que las cosas se vienen haciendo bien, se observa cuando los entrenadores de las categorías inferiores han sabido inculcar esos valores propios de la actividad deportiva porque sin duda marcarán su camino en el futuro.
Además, el deporte nos ha permitido conocer a mucha gente, a la que durante nuestra vida nos encontramos en el camino con mucho afecto, se impulsan las relaciones sociales, se potencian el respeto a la integridad, la diversidad, la dignidad, la salud, las normas, el respeto a los árbitros, los rivales y a los aficionados. El fútbol vertebra a la gente, supera las diferencias y potencia las reuniones familiares.
Por muchas motivos, el fútbol debe ser un ejemplo para la sociedad. Estimula el trabajo en equipo y el compañerismo, supera los individualismos por el bien del equipo, y las carencias de uno son suplidas por las de otros compañeros y todo ello con humildad y sacrificio, sirviendo para potenciar la unidad y el liderazgo.
Por eso y mucho más, debo darles las gracias a mis padres por haberme animado a hacer deporte, así como a todos mis profesores de Educación Física, que me inculcaron el amor a este mundo, que me acercó a mi futuro profesional. El fútbol. Echando la vista atrás, por favor seamos educadores además de entrenadores.
Joaquín Caparrós
Seleccionador de Armenia