Raghunath, pues así se llamaba el sorprendido discípulo, poco tardó en arrojarse gritando al río. Buscó sin parar el brazalete mientras Govinda seguía leyendo y el día se iba apagando, pero poco pudo hacer por encontrar la cara bagatela. Cansado y chorreante volvió para pedirle ayuda al maestro: “Si me dices dónde cayó el brazalete, quizá pueda encontrarlo todavía”. El anciano, cogiendo el brazalete que quedaba, no dudó en ayudarle tirándolo cerca de donde el otro había caído al mismo tiempo que respondía: ¡Allí!
Sirva esta historia como catalizador de emociones y voluntades ante la más que probable repetición de elecciones. Dejando de lado el evidente componente materialista, la reacción de Govinda nos ayuda a entender quién y cómo ha de solucionar el hecho de que todavía sigamos con un gobierno en funciones. Ni España está dividida ni existe entuerto alguno porque se haya manifestado la patente pluralidad de nuestra patria. Ser distinto al vecino no es un pecado. Quien piense que lo mejor es cambiar de partido para que las cosas sean más fáciles, o quedarse en casa porque de nada sirve, que se lo piense mejor. Los votantes no fallaron, pero sí los que se han centrado más en las cosas que nos separan y no en las que nos unen, que son muchas y grandes.
Si nada lo remedia volveremos a votar, y será entonces cuando replanteando nuestro voto, y con un cierto error de medida en el espectro político, podamos recordarles que se les vota para seguir adelante y que el compromiso que adquirimos mutuamente es más parecido a su versión inglesa -compromise-, pues en ella se enfatiza el acuerdo, el consenso, por encima del empecinamiento de no saber ceder al pensar que una persona comprometida es aquella que está obligada sin remedio.
Allí, queridos políticos, en lo que nos une, es donde habéis fallado estrepitosamente. Allí, queridos políticos, en las urnas, es donde os sacaremos de nuevo los colores.
José Luis González Geraldo.
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