El título de la sesión, “La Misión de la Universidad en tiempos de incertidumbre”, no fue casual. Si nos remontamos a 1930, comprobaremos cómo Ortega y Gasset, tras una larga dictadura, pronunció una conferencia ante la famosa FUE (Federación Universitaria Escolar), bajo el nombre “Misión de la Universidad”. Salvando las distancias, el objetivo en ambas situaciones era el mismo: ¿para qué existe, está ahí y tiene que estar la Universidad?
En la conferencia de 1930, posteriormente publicada en los folletones del periódico “El Sol” durante los meses de octubre y noviembre de ese mismo año, Ortega llegaba a una doble conclusión: 1) “La enseñanza superior consiste, pues, en profesionalismo e investigación” (El Sol, 1930; viernes 17 de octubre), y 2) “… es ineludible crear de nuevo en la Universidad la enseñanza de la cultura […] Esa es la tarea universitaria radical. Eso tiene que ser antes y más que ninguna otra cosa la Universidad” (El Sol, 1930; domingo 19 de octubre). En definitiva, que la Universidad sirve para formar profesionales y fomentar la investigación… pero también tiene una serie de lagunas que han de tenerse en cuenta. Tal y como ocurre hoy en día. Ha llovido mucho desde entonces, pero quizá no hayamos avanzado tanto como creemos.
Para empezar, hoy ya no se habla de enseñanza superior, sino de educación superior. El matiz no es baladí. Enseñar y educar no son, ni de lejos, la misma tarea. ¿Qué es lo que hace que la educación superior sea, precisamente, superior? Esa fue una de las cuestiones principales que los estudiantes de Educación Social de Cuenca pudieron discutir entre sus conciudadanos, pues la sesión estuvo abierta a todos los que quisieron escucharla. Algunos pasaron y se quedaron, otros simplemente sonrieron o se extrañaron mientras, lentificando el paso, continuaron con sus quehaceres.
En resumen, y para no profundizar en exceso, llegaron a la conclusión de que más allá de la formación de los profesionales y del fomento de la investigación, también hoy en día falta algo. La universidad, concluyeron, proporciona una educación superior porque ésta promueve, o al menos debería promover, la aparición de la mejor versión de las personas a las que intenta educar. Concretando este razonamiento en la fórmula de Pestalozzi: cabeza, mano y corazón, la educación superior es tal porque entiende que el corazón (actitudes, sentimientos) supedita tanto a la cabeza (mera información), como a las manos (competencias), pues nuestro futuro depende más de profesionales buenos que de buenos profesionales. Sólo hace falta abrir un periódico para darse cuenta de los estragos que los “buenos” profesionales pueden llegar a hacer, amparándose en las siempre existentes lagunas legales. El señor Díaz Ferrán y sus secuaces, por poner un reciente ejemplo, seguramente sepan a qué me refiero.
Todos aquellos que teman que las clases universitarias se han desvirtuado sacándolas a la calle deben estar tranquilos. Las “clases”, formalmente hablando, siguen dándose como siempre. La iniciativa que llena estos párrafos no ha sustituido nada. Simplemente fue una actividad extracurricular realizada de manera paralela a las lectivas, en el tiempo libre de los estudiantes y los profesores implicados. Todos los que asistieron mostraron intereses que nada tienen que ver con superar exámenes y cumplir objetivos, sino por aprender y cambiar las cosas, empezando por ellos mismos. En realidad, es una falacia decir que la UCLM ha salido a la calle, pues quienes han salido son parte de sus estudiantes y de sus profesores. Siempre en calidad de personas comprometidas y preocupadas. Ni más ni menos. La educación superior los unió bajo la estructura de la UCLM, pero ellos consiguieron ir más allá y demostrar que, en efecto, hablamos de educación superior y no sólo de enseñanza superior. La extensión universitaria en su máxima expresión.
La sesión, que duró unos cincuenta minutos, también sirvió para debatir otros asuntos relacionados que, por motivos de espacio, no pretendo ni siquiera mencionar. Baste con lo dicho. Las caras de felicidad y fraternidad que sembraron el improvisado auditorio al finalizar, corroboraron el éxito de una iniciativa que tiene esperanzas de no quedarse en un hecho puntual aislado, y que pretende repetirse en el futuro, con otros profesores y alumnos, en otros foros.
El profesor que tuvo el placer de participar en esta peculiar clase, promovida y solicitada por sus estudiantes, guardará para siempre un imborrable sentimiento que le recordará a cada segundo por qué quiso hacerse educador. Y puedo asegurar cada una de estas palabras porque ese profesor es un servidor, nunca mejor dicho.
Por este motivo, quiero dedicar estas líneas a todos y cada uno de esos estudiantes que han sabido ver más allá de las sombras de la cueva y que, aun temiendo la realidad que fuera de ella les espera, han decidido dar un primer paso y salir… simplemente para ver qué pasa. Muchas gracias, estimados estudiantes, sin ustedes la Universidad es sólo una ilusión, pero con vosotros, sin duda, está llena de grandes ilusiones que pronostican un mejor futuro.
Recogiendo las palabras del tan idolatrado Steve Jobs, permitidme compartir con vosotros una de sus máximas finales: “Stay hungry, stay foolish”. La sociedad os necesita más que nunca y, como os he demostrado, y otros os demostrarán, no estáis solos. El cambio es posible, tan sólo hay que tener claro hasta dónde llegan la punta de nuestros dedos y ponernos manos a la obra. No será fácil. Tampoco se conseguirá de la noche a la mañana. Debemos, por ello, actuar sin más demora.
José Luis González Geraldo
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