En un momento donde se está intentando criminalizar la protesta ciudadana, a fin de intimidarnos para que soportemos sin rechistar las acciones criminales de un grupo de banqueros y de las instituciones que los sostienen, apoyo pública, abierta e incondicionalmente la iniciativa, que demuestra el salto hacia una estrategia de mayor firmeza y contundencia en los gestos de rechazo, dejando clara nuestra determinación de que no cederemos hasta lograr el abandono total de la propuesta del ATC por parte del gobierno.
La invasión pacífica, puntual y calculada de una finca destinada a almacén de residuos radioactivos evidencia, asimismo, que el derecho de los propietarios y de los poderes públicos está generando un perjuicio contra bienes más fundamentales, como son nuestra salud y la de nuestros hijos, amén de la supervivencia económica de nuestros pueblos y ciudades, que merecen ser protegidos prioritariamente sobre aquellos.
Somos muchos a los que no conseguirán amedrentar con reformas del código penal. La única reforma justificada del mismo consistiría en tipificar la especulación financiera, cuyos efectos empobrecen a los pueblos, recortan sus derechos y saquean los sistemas públicos de protección, como un gravísimo delito de terrorismo social. Calificando con idéntica gravedad las acciones que pongan en peligro la salud medioambiental e hipotequen el futuro de las generaciones venideras. La ocupación simbólica del ATC debe dejar meridianamente claro que, a pesar del intento de reprimir la indignación de las víctimas, nada ni nadie doblegará nuestra voluntad por la fuerza.
Así que allí estaré, donde mi conciencia y mi corazón me dictan, con los ciudadanos que resisten, a las 11 en punto de la mañana del día 21, en la finca la Carbonera, en Villar de Cañas, sin más arma que una pequeña encina en la mano.
Feliciano Mayorga Tarriño
Escritor y filósofo