Pues aun así, e incluso antes de los recortes de 10.000 millones en educación y sanidad –que se dice pronto-, hemos podido comprobar cómo nos han querido vender la moto de que menos es más en cuanto a inversión en educación se refiere. Me estoy refiriendo a la reciente regulación de los Centros de Profesores (CEP) y a la actual situación del Museo Pedagógico y del Niño de Castilla-La Mancha, por poner dos claros ejemplos.
En cuanto a los CEP lo más hilarantemente doloroso es el eufemismo “regulación”. Al igual que algunos se empeñan en utilizar el verbo “ahorrar” en lugar de “recortar”, la eliminación de los CEP se transforma en una regulación en la que –ojo al dato- se “crea” el Centro Regional de Formación de Profesorado de Castilla-La Mancha. Si un extraterrestre leyera sólo el Decreto 58/2012 puede que incluso creyera que esta iniciativa pretende mejorar la oferta ya existente. Ironías de una vida con cada vez menos alicientes.
Así, bajo un título que vuelve a recordarnos como las gastan nuestros políticos, se esconde el certificado de defunción de los CEP. Una medida que busca, según el mencionado Decreto: “… una simplificación en la estructura de la red institucional de formación del profesorado que redunde en un ajuste en el coste de la prestación de las actividades de formación sin que este ajuste afecte a la calidad de la prestación del servicio”. ¿Recortes sin merma de calidad? Parece confirmarse que el verdadero ciego es el que no quiere ver.
Y si no estamos todavía convencidos sólo nos queda pasarnos a hablar con el director del Museo Pedagógico y del Niño de Castilla-La Mancha, situado en el sótano del Colegio Benjamín Palencia de Albacete. Allí encontraremos una excelente colección de nuestro patrimonio educativo dirigido por Juan Peralta, no menos excelente y apasionado educador e historiador. Todo parece idílico… si no fuera porque el museo se encuentra en una ubicación totalmente impropia para la conservación y protección de la historia de nuestras escuelas y de nuestra infancia.
Es más, las decisiones de quienes deben velar por nosotros no sólo han paralizado el proyecto del nuevo edificio del museo, sino que han llegado a pedirle a su director, ya jubilado, que siga al frente de manera oficiosa. Oficialmente, el Museo Pedagógico de Castilla-La Mancha no tiene plantilla. Por no hablar del respaldo económico, pues posiblemente sea el único museo de España que funciona sin presupuesto oficial.
Si no fuera por Juan Peralta y por las personas que le apoyan, que no son pocas pero tampoco son dioses, nuestra memoria educativa caería en el olvido que el propio museo pretende evitar.
Pese a todo, contra viento, marea y recortes, el museo sigue abierto. Es más, este año celebra su 25 aniversario y, créanme, es digno de visitar tanto si son educadores como si no. Si van por Albacete no duden en pasar por allí. Los objetos que encontrarán les llevarán a un pasado sin crisis, lleno de ilusión y fantasía infantil, en el que nuestros sueños de niño volverán a estar vivos y la realidad será la que nosotros creíamos que podíamos crear. Pero dense prisa, quién sabe qué otras sabias decisiones tomarán nuestros políticos.
El museo es historia; la historia es memoria; nuestra memoria es nuestra identidad. Si desatendemos nuestra historia estamos perdiendo nuestra propia identidad. Mientras que los CEP murieron por un provocado infarto fulminante, el museo agoniza lentamente por inanición y una negligente atención.
A todo esto, sumando los 10.000 millones de recorte ya mencionados, hay que añadir las recomendaciones que en seis meses realizará el grupo de expertos que ya han empezado a mirar el sistema universitario español con lupa… y posiblemente también con tijeras. Pero no lo demos todo por perdido, quizá esas personas se den cuenta de las necesarias reformas que la universidad necesita para aumentar su calidad y no reducir su oferta o su plantilla. Las aulas con bancos clavados al suelo y con sólo dos enchufes, verbigracia, ya no se llevan.
¡Qué bello es pensar que la vida es sueño!, tan sólo queda esperar en esta tarde parda y fría… monotonía de lluvia -y de recortes- tras los cristales.
José Luis González Geraldo
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