Comenzado el siglo XXI, Francia, con la complicidad de España, sigue impulsando guerras coloniales en las que se mezcla el fuego amigo con las promesas de una democracia hecha a la medida de los hombres islamizados, y se persigue un fin: las ricas materias primas que atesora África. Su fallido imperio heril, con Haití o el caníbal coronado Bokassa como símbolos elocuentes de su proceder político, ha dejado como herencia un puñado de millones de francófonos, a cuyo colectivo, un político socialdemócrata español trató de unirse hace unos años en un ataque de hispanofobia.
Lejos del frente, en abril se celebró en Cuenca la XXIII Semana Cultural Francesa, y algunos representantes públicos incidieron en una de las carencias formativas de los españoles: el escaso dominio de lenguas extranjeras.
Con España sumida en una profunda crisis económica ante la cual se ha ofrecido como solución la emigración, este déficit curricular es un obstáculo insalvable para abrirse camino en la mítica Europa.
Sin negar la necesidad de conocer idiomas foráneos, es sabido que muchos compatriotas desdeñan la lengua española hablada por más de 400 millones de personas, en beneficio de las lenguas regionales. Un curioso proceder ligado a una suerte de síndrome de Estocolmo lingüístico padecido por las gentes que hace décadas se desplazaron a vender su fuerza de trabajo a los cinturones industriales de las decretadas «realidades nacionales» adscritas al secesionismo. Y si así se conducen los padres, qué decir de su progenie, sumergida en métodos educativos que tratan de hacer extraña la lengua de Cervantes con el fin de inyectar una ideología antiespañola que conduzca a la liberación de unos territorios caracterizados por señas de identidad cultural fabricadas en laboratorios antropológicos construidos al efecto.
Al desprestigio del español, también contribuye la prensa burguesa a través de diversos cauces, destacando la indocta y leguleya práctica de acudir a topónimos locales como Girona, que, por su persistencia, han convertido en exótico el título del episodio nacional de Galdós.
Frente al sueño europeísta y el disolvente proyecto secesionista, existe la alternativa de la Plataforma Hispánica, a la cual Cuenca ha contribuido con figuras como el toledano Sebastián de Covarrubias, deán de nuestra catedral, y autor en 1611 del clásico Tesoro de la lengua castellana o española, plagado de vocablos conquenses. Con el idioma como valiosa herramienta, pueden los españoles valorar el fortalecimiento de relaciones con un continente en el cual se halla el centro de gravedad hispánico y acaso el verdadero rescate político de una España que poco tiene que ganar en el tablero francoalemán.
Iván Vélez