La Procesión del Silencio en Cuenca, la noche del Miércoles Santo, reunió a una multitud a pesar del frío y la lluvia. Con música solemne y emotivos momentos, los nazarenos recorrieron las calles, destacando la espiritualidad y fe de los participantes. La jornada culminó con una declaración de fe histórica.
La noche del Miércoles Santo en Cuenca estuvo marcada por un profundo acto de fe, enmarcado en la tradicional Procesión del Silencio, que desafió al frío, la lluvia y la incertidumbre.
A pesar de un cielo amenazante y previsiones inciertas, se decidió que la procesión partiría con normalidad desde San Esteban. A las 19, con una multitud congregada en la calle Aguirre, se inició el desfile con la salida de La Oración en el Huerto y El Prendimiento (el Judas), entre elegancia, música y emoción. La Banda de la Junta de Cofradías y la Asociación Musical ‘La Concepción’ de Horcajo acompañaron con marchas solemnes, destacando De la traición a la victoria, estrenada por el 120 aniversario del Judas.
Desde el inicio se percibió una participación masiva, especialmente visible en la subida por la calle Las Torres, completamente ocupada por los nazarenos del Huerto. Uno de los momentos más emotivos fue el giro del paso de la Oración en el azulejo de la hermandad hermana, en recuerdo de los difuntos, particularmente Pedro Antonio Ruiz Abarca y Marisa Aguilar.
En paralelo, otras hermandades se preparaban para sumarse al desfile: La Santa Cena en la Catedral, La Negación de San Pedro, El Ecce-Homo y Nuestra Señora de la Amargura con San Juan Apóstol en la iglesia de San Pedro. Esta última estrenó una colección de platos del ceramista Pedro Mercedes y dos cetros de plata realizados por Pedro Joyeros.
Pasadas las 20:30, comenzó a llover. La procesión se detuvo parcialmente: algunos pasos permanecieron bajo techado o protegidos con plásticos. La misa celebrada por el consiliario de La Negación durante la espera reflejó la espiritualidad de este momento incierto. Finalmente, sobre las 22:00, cesó la lluvia y se decidió retomar el desfile.
Lo que siguió fue una auténtica declaración de fe. La procesión descendió por las empinadas calles de Cuenca con sobriedad y belleza. Aunque hubo nuevos episodios de llovizna, los pasos continuaron su recorrido, cada vez más acompañados por el público. El cierre de la Amargura y el Ecce-Homo, ya sin plásticos, fue especialmente emotivo.
La bajada hacia la Plaza Mayor y Carretería fue fluida, con momentos sublimes como la interpretación de Costalero, El Evangelista, Jerusalén, Siempre la Esperanza o Caridad del Guadalquivir. La Santa Cena se despidió hacia la 01:15, y la Oración y el Judas regresaron a San Esteban hacia la 01:30.
Nuestra Señora de la Amargura llego a El Salvador a las 03:40 entre himnos y homenajes y minutos más tarde el y Ecce-Homo a San Andrés, cerrando una noche histórica en la semana de pasión conquense.