Seis de los ocho jóvenes estudian y los otros trabajan. La mitad tienen o han tenido familiares que han sido danzantes, como es el caso de Antonio Donato cuyo bisabuelo lo fue en 1934, el primero del que se tienen datos con nombres y apellidos de los danzantes, recogidos en el libro “ Los Septenarios de Moya” de Eusebio Gómez y Teodoro Sáez . La tradición continúa y pervive y sus nombres han quedado ya esculpidos en las piedras de la imponente fortaleza.
Sus nombres son Jesus Montero, Pablo Montero, Vicente Alemán, Antonio Donato y Álvaro García, de Santo Domingo de Moya; Alberto Álvarez de Los Huertos y Oscar Pérez y Gonzalo López de El Arrabal. Tienen entre 17 y 24 años. Y todos tienen algo en común: el amor por su tierra, Moya; las ganas y el ahínco de mantener viva una tradición centenaria, la de ser danzantes, y la devoción a la Virgen de Tejeda.
Constancio Sáez es el maestro que enseña a los ocho “ caballeros “ con la ayuda de Javi Sáez, danzante del pasado septenario, hijo de danzante y nieto del maestro Antonio. El maestro fue discípulo de Facundo Hernández, que fue maestro durante 11 septenarios, en 1948 y ejerce el noble cargo desde 1997. El tiempo hace mella en Constancio, con 82 años de edad, pero saca fuerzas de flaqueza para volver a desempolvar su sabia sabiduría y enseñar como se danza el Baile, El Cangrejo, La Zamoranilla y Los Palos.
Nada hay que explicarles a quienes han crecido escuchando y viviendo de boca de padres, tios o abuelos lo que supone la tierra donde ya hubo un asentamiento en la edad del Bronce y cuyo poblamiento ordeno Alfonso VIII con titulo de Señorío desde 1215, que le dio Enrique I a la Orden de Santiago, y luego el de Realengo en 1319 y de Marquesado en 1480.
La comision de Fiestas del LIV Septenario los nombro oficialmente hace dos meses y desde primeros de agosto llenan plazas y calles de las poblaciones de la Serranía Baja ensayando los bailes típicos con los cuales acompañaran a la imagen durante la subida a Moya el 16 de septiembre, en su procesión general el 21 y en la bajada el 26 de ese mismo mes.
El próximo viernes, continuando con ese periplo convertido ahora en tradición, irán al barrio de Los Huertos de Moya, el sábado a Santo Domingo y el domingo a La Casa de Pedro Izquierdo, por segunda vez. Son los tres barrios de Moya. Desde que empezaron a ensayar, allá por el 2 de agosto, ni han recibido ni recibirán ni un euro por hacer lo que otros muchos antes hicieron. Voces maliciosas se alzan afirmando que cobran. Lo hacen gratis como se hizo antes y se hará en el futuro. Otrora cuestión es los detalles que cada pueblo, en mayor o menor medida, han tenido, tienen y tendrán con ellos. Pero ni ellos ni la comisión demandan estipendio alguno como otros sí han querido hacer ver. Todo por mantener viva una tradición. Todo por Moya. Todo por la Virgen de Tejeda.
Varios días quedaran señalados en sus mentes: el de su nombramiento; el 14 de agosto, por ser el primero que bailaron ante su patrona; el de la subida, el de la procesión y el de la bajada, pero en si todo el septenario. Hay otra noche, la del 15 de septiembre, que muchos estarán de fiesta en Garaballa pero ellos dormirán velando armas para cuando despunte el alba sacar a la Virgen de su monasterio y llevarla hasta Moya.
Ellos sin saberlo cuando tomaron la decisión de ser danzantes ya están inscritos en los libros de Moya y forman parte del cuadro de 94 danzantes registrados y demostrables desde 1934, y es que desde antes pocos datos hay.
Otra jornada importante es la vespertina del 7 de septiembre porque los ocho participan en la Ofrenda de Flores a la Virgen de Tejeda. Ellos llevaran flores a la Perla del Marquesado en el día que están en lugar señalado, en un lugar de privilegio por respeto a ellos. Es costumbre que ocupen un lugar destacado en el festejo cada siete años y este no será menos. Los colores azul y rojo de la orden trinitaria brillaran de nuevo en los cielos de la Serranía Baja.
Paco Varea