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Lo que nos jugamos

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
viernes 30 de septiembre de 2011, 23:55h

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El fantasma de la intervención europea sobre la política económica de España está llamando a nuestras puertas desde hace ya un par de años y todavía no nos queremos enterar. Irlanda, Portugal y Grecia ya saben lo que es eso y, para los que vemos las barbas del vecino pelar, no estaría de más que reparáramos en algunos datos que deben hacernos recapacitar a todos. Para acceder al último tramo de ayuda, Grecia tiene que bajar las pensiones más altas un veinte por ciento: el afortunado que estaba ganando 1.200 euros se quedará con 960. Los jubilados con menos de 55 años de edad perderán un 40% del importe de sus pensiones y lo más llamativo, debe reducir un 30 por ciento el número de funcionarios; sí, esos servidores públicos que tenían la plaza y el sueldo ganado para toda la vida.

 

Trasladen este dato a Cuenca, donde un 20,3 por ciento de la población activa trabaja como funcionario en una administración. De los 14.960 funcionarios en todas las administraciones habría que despedir a 4.480. En un colegio con 10 profesores, tres se irían a la calle. En un Centro de Salud con veinte enfermeras, seis se irían a la calle. Y este primer dato deben multiplicarlo por el número de trabajadores del sector servicios, comerciantes, autónomos, que se verían en la calle por un nuevo retraimiento del consumo. ¿Se lo pueden imaginar?

¿Y por qué? Sencillo: no hay dinero para pagarles. El Estado, las administraciones, se han endeudado de tal manera que todo lo que ingresan va a pagar, en el mejor de los casos, los intereses. Otros estados están financiando esos sueldos, las pensiones, los subsidios pero lo hacen en la confianza de que tarde o temprano recuperarán su dinero y, para eso, es preciso que Grecia adelgace sus gastos de una manera drástica. Lo hacen también con un criterio de seguridad: la alternativa es la quiebra en la que, sencillamente, nadie cobrará nada, ni salarios, ni facturas, ni pensiones, nada. Dicho de otro modo, la alternativa es un auténtico polvorín social en el que veremos campos de refugiados, estallidos sociales, desplazamientos de población, éxodos masivos...

Suena apocalíptico pero ¡qué haría usted si en su ciudad, en su país, no hay trabajo, nadie le fía, no recibe ningún subsidio? Eso es lo que está a la vuelta de la esquina.

La otra posibilidad que le queda a Grecia es salir del Euro y, sin el respaldo de la Unión Europea, empezar a fabricar billetes. Devaluar su moneda, devaluar los sueldos y dejar que los precios se pongan por las nubes. El más rico, el que pueda mantener divisa extranjera, el propietario de bienes inmuebles, ese no tendrá problemas. El pensionista, el estudiante, el parado... a ese le espera el calvario de no cobrar y ver cómo, además, cada día que pasa la misma patata le cuesta el doble. Así hasta que se equilibren las cuentas. Para entonces Grecia puede ser un país de indigentes, inseguro e inestable. Tierra propicia para el populismo, el falso nacionalismo, el racismo, la xenofobia...

Esta es la realidad, que no puede dejarnos impasibles. Una realidad dura a la que estamos abocados si perdemos el tiempo y seguimos empeñados en vivir en un espejismo. Lamentablemente ya hemos perdido mucho tiempo. Primero negando la crisis, luego evitando adoptar las medidas necesarias para corregir sus efectos, y en las dos fases, dilapidando alegremente todo el dinero que entraba en las arcas públicas. Era más importante “reformar” la sociedad, cambiar el régimen a fuerza de decreto y pensamiento único, que poner sobre la mesa las medidas necesarias para evitar el desastre. La paradoja es que la alegría presupuestaria con la que el Zapaterismo ha financiado su alucinación sobre la sociedad, el dinero que ha gastado en su Estado paternalista en el que el Gobierno se ocupa de todo para que los ciudadanos puedan pacer y folgar como ovejas, es la que ha terminado por poner en jaque al Estado del Bienestar.

Ahora la disyuntiva es clara y está en nuestras manos elegir: seguimos la senda de Grecia y marchamos alegres, mientras dure, hacia el desastre, o nos remangamos para salvar todo lo que podamos de ese Estado del Bienestar. En esta segunda opción es en la que estamos trabajando muchos, y lo decimos con mucha humildad y sin aspavientos, pero desde luego con certeza, sabiendo lo que hacemos y sin querer engañar a nadie. María Dolores de Cospedal lo ha dejado claro con su Plan de Garantía de los Servicios Sociales Básicos. No es un nombre puesto por marketing político. Es el nombre que clava el objetivo que persigue.

Y es esta misma la filosofía que vamos a impulsar desde la Diputación Provincial, velando en primer lugar de todos por las competencias que esta institución tiene encomendadas en el gobierno y administración de la provincia: la coordinación de los servicios municipales entre sí, la asistencia y la cooperación jurídica, económica y técnica a los Municipios, especialmente a los de menor capacidad económica y de gestión, la prestación de servicios públicos de carácter supramunicipal, la cooperación en el fomento del desarrollo económico y social, y de todos los intereses de la provincia. Todo esto, por desgracia, se va a tener que hacer con menos, por lo que tendremos que ser austeros y eficaces, siempre garantizando la prestación de los servicios básicos a los municipios, y desde luego que huyendo de las políticas de la anterior corporación provincial, muy dada a emplear gran parte del presupuesto a dar cobertura económica a convenios ruinosos suscritos con la Junta de Comunidades, que han puesto en verdadero peligro las arcas de la Diputación Provincial, pues son más de veinte millones de euros los que la Junta de Comunidades debe a la Diputación, deuda generada por el gobierno de Barreda, y todo para asumir de facto la Administración provincial, por esta vía convencional, competencias que son claramente de la Junta de Comunidades.

Es preciso que todos sepamos qué es lo que nos jugamos y lo que nos comprometamos en esta tarea. Todavía podemos evitar llegar al extremo de Grecia, pero ahora nos sobra el ruido y nos falta tiempo. Tenemos que actuar con entereza. Sabemos que va a costar porque la ruina está en la misma estructura del país. Pero lo podemos hacer. El primer paso es el rearme anímico y el recuperar valores que tenemos arrinconados pero que los tenemos: esfuerzo, sacrificio, superación, imaginación, trabajo, generosidad, solidaridad, austeridad..., son palabras que nuestros padres, los que levantaron este país, nos han inculcado a todos, al menos a los que tenemos cumplidos los cuarenta y tantos. Conocemos su valor, es hora de que dejemos lo accesorio y las pongamos en práctica.

 

Julián Huete Cervigón
Vicepresidente segundo de la Diputación Provincial de Cuenca


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