La nueva alambrada estará constituida por el modelo llamado “concertina” que muestra cuchillas afiladas de unos tres centímetros a los lados. Se utilizan en el ejército para formar cercados y fortificar zonas de uso militar. Si una persona se enfrenta al acero galvanizado del alambre, corre el riesgo de que se produzcan laceraciones, desgarros y torsiones con resultado de fractura. Inventada durante la Primera Guerra Mundial, hoy en día solo se fabrica en una pequeña fábrica de Málaga.
Ya se utilizaba para separar Ceuta y Melilla de Marruecos pero fue retirado durante 2005, parcialmente, ya que se seguía utilizando en Ceuta durante 2007. Ahora ha vuelto a instalarse en el perímetro.
El Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, defendió la implementación de la seguridad en Melilla. Bajo el pretexto del aumento de la presión migratoria en las ciudades de Ceuta y Melilla, procedieron rápidamente a reponer las alambradas. Más tarde, pese a la información que asegura que un hombre murió en esos mismos cables en 2009, el ministro salió en televisión declarando que “la alambrada tiene una peligrosidad de 3 sobre 9”. No me quedé tranquilo después de escucharlo. Añadía que “la alambrada tiene un efecto disuasorio”, que “se trata de un método pasivo” y que “solo causa heridas leves”.
Indudablemente, las cuchillas no tienen piernas para ir tras los inmigrantes, personas desesperadas por escapar de la cruda realidad de sus lugares de origen. No deja de ser una burda excusa que atenta contra la inteligencia de cualquiera que, simplemente, haya visto ese tipo de alambre. No sé qué baremo tendrá el señor ministro para decir que una herida con tal artefacto puede resultar leve. Quizá un martillazo en la cabeza pueda resultar leve. O el atropello de un camión. Por otra parte, cómo va a disuadir nada a una persona que asegura que “ya estamos muertos, sin futuro, sin vida”
El cinismo del ministro es flagrante. Ahora la valla está diseñada para atacar directamente a los que intenten escalarla, causándoles graves daños que impidan su ascenso y entrada en territorio español. No, señor Fernández Díaz. En ese punto puede morir gente, cuya sangre salpiracará sus manos. Quizá no mucho, porque está usted muy en lo alto y no ha tenido que saltar nunca una valla, habida cuenta de su aspecto.
Mientras tanto, el presidente Mariano Rajoy ignora el caso, diciendo desconocer el efecto que puede producir la alambrada en las personas. Apoya la actuación de Fernández Díaz y asegura que son “disuasorias para evitar a las mafias de la inmigración”. El señor presidente debería echar un vistazo a alguna foto del alambre en cuestión para, sin tener demasiada imaginación, prever qué le puede pasar a una persona que cae en esta trampa e intenta liberarse: cortes, cuchillas que se hunden en la piel, hemorragia, heridas que hacen que las láminas seccionen a más profundidad, arterias tajadas, personas desangradas... Con sinceridad, señor presidente, esto no es un paseo por el campo: aquí te juegas la vida. Esa que tanto defienden en manifestaciones antiabortistas.
Ahora los responsables se pasan la patata caliente: la oposición acusa al gobierno de inhumanos, el Partido Popular recuerda que fue el PSOE el que puso el cable, Rubalcaba asegura que lo quitó, aunque lo cierto es que no lo quitó del todo. Y así se marea al público hasta que pase la tormenta y nadie recuerde que ahí puede morir gente.
¿Qué tal sería para los jóvenes que huyen del desempleo unas medidas tan duras como éstas? ¿Cuánto tiempo queda para que sean españoles los que tengan que saltar una valla física para inmigrar al extranjero? ¿Cómo siendo un país de tradición inmigrante se pueden tolerar estos atropellos a los Derechos Humanos? Son preguntas que deberíamos hacer a los responsables en el gobierno.
Que sigan los ministros durmiendo en sus cómodas camas, en sus inexpugnables mansiones localizadas en fincas blindadas de laberínticas urbanizaciones, dotadas de cámaras de vigilancia y seguridad privada. Ningún inmigrante les va a molestar.
Benito Díaz
@bchdiaz