El más reciente episodio bélico entre el grupo terrorista Hamás y el Estado de Israel ha puesto de manifiesto una vez la parcialidad y la falta de formación política y filosófica de la prensa del orbe. Parcialidad porque abundan las imágenes y testimonios acerca de las bajas en Gaza, principalmente de niños, pero poco o nada se comenta acerca de los continuos ataques hacia zonas de Israel como Sderot, donde también, suponemos, hay niños que quisieran llevar una vida normal. ¿Qué se dice de ellos, qué sabemos de la niñez de Israel? La prensa, en cambio, informa de manera profusa acerca de los niños inocentes de Palestina que, nos cuentan, mueren víctimas de los crueles bombardeos de Israel.
En cuanto a la falta de formación, el problema es, si cabe, todavía peor. Sucede que las bajas de niños y otros civiles tienen lugar porque los mismos líderes de Hamás se encargan de que la población sea adoctrinada, desde muy temprano, en el odio hacia Israel, para que una vez que Israel responde el fuego de Hamás, los civiles fanatizados puedan ser usados como escudos para proteger los emplazamientos militares que los terroristas ubican en zonas pobladas. Hamás llama y el fanático acude.
Es la misma Hamás la que convoca a su población para que suban a las azoteas de edificios y desde ahí ofrezca “resistencia” a los misiles. ¿Qué gobierno del mundo hace eso? Hamás, desde luego. Todo ello cuando la medida natural sería evacuar los edificios en cuestión. Pero no: la idea es que la gente sea utilizada como escudo.
La política es trágica y aquí es cuando Israel se ve atrapado en una disyuntiva: ¿destruir un blanco militar? O bien, no responder al fuego de Hamás y correr el riesgo de que ese ataque cause bajas en la población de Israel. La salida de Israel es trágica, porque al responder el fuego anula el peligro para su población, pero al mismo tiempo tiene que asumir que habrá civiles palestinos (niños, otra vez) que mueran en la población. Israel está atrapado entre su necesidad de sobrevivencia y el desprestigio al cual lo arrastra el juego sucio de su adversario. Israel se ve forzado, diría Hegel, a mirar la muerte a la cara. Y por ello se le llama genocida.
¿Hay muertos en escuelas de la ONU? Hamás almacena armas en escuelas. Pero, ¿cómo pueden los padres acceder a poner en riesgo las vidas de sus hijos? Ahí es donde aparece el factor de la falta de formación filosófica de la prensa sensacionalista de hoy: estos periódicos no toman en cuenta el enorme desprecio al cuerpo que impera en las sociedades islamizadas.
¿Alguna vez se ha detenido a pensar el lector por qué un terrorista palestino se inmola y se convierte en mártir? El islam no permite la representación del cuerpo y en lo profundo de su teología subyacen ideas aristotélicas como el Acto Puro y el Motor Inmóvil, o bien el entendimiento agente de Averroes.
La naturaleza del dios aristotélico “no comporta nada en potencia” y su pensamiento “es el pensamiento de su pensamiento”. El Acto Puro es el Motor Inmóvil, además de “eterno, incorpóreo” y, según la «Ética nicomáquea», incapaz de ser amigo del hombre, porque la amistad es una relación entre iguales. El Dios de Aristóteles está muy ocupado consigo mismo como para atender el mundo y preocuparse del hombre, de los que ni siquiera tiene noticia (ver lo anterior en Enciclopedia Symploké).
¿Qué implicaciones tiene lo anterior? El Dios que no puede representarse porque es incorpóreo está en las antípodas del catolicismo, por ejemplo, y su parafernalia de santos e imágenes (a veces, ingenuamente, de Dios mismo, como un hombre barbado). En el islam, en cambio, el vínculo con un cuerpo sagrado está roto. El cuerpo es algo frívolo con lo cual se puede hacer y deshacer (burka, velo islámico, ablación del clítoris, pedofilia, terroristas que se inmolan). ¿Tiene noticia el lector de un etarra que acceda a inmolarse?
La parcialidad de la prensa, por ignorancia o por conveniencia, comodidad tal vez, se resume en una ignorancia patente de los perversos mecanismos detrás de la muerte de civiles en Palestina. Y la ignorancia no es pretexto para, en este caso, convertirse en cómplice del terrorismo. Al reivindicar la supuesta inocencia de Hamás, al querer y no se apoyan sus desmanes con no poca energía.
Manuel Llanes