Sería absurdo no reconocer que una reducción de déficit de tal magnitud tiene efectos negativos en un país, es lo que ocurre cuando se tienen que tomar medidas fiscales contractivas en épocas recesivas; es la inevitable consecuencia de no haber tomado medidas estructurales a tiempo, teniendo ahora que realizar curas dolorosísimas por no haber prevenido antes la enfermedad. Nos encontramos en una de estas situaciones donde cualquier alternativa resulta aún más dañina, especialmente a largo plazo.
Dicho esto, conviene recordar que las administraciones públicas no generan riqueza por sí mismas en una región; si fuera así, tanto nosotros como los andaluces seríamos las regiones más ricas por las toneladas de dinero recibidas del resto de los españoles y de Europa, algo que dista mucho de la realidad, ya que estas comunidades desincentivan la inversión privada y la actividad económica, con unos mercados muy intervenidos e hiperregulados, como es el caso del laboral.
Porque, siendo serios, en España se han destruido millones de empleos con déficits galopantes, y con un gasto público creciente e insostenible, y con un mayor coste del despido, por cierto. Sólo entendiendo que la inflexibilidad del mercado laboral y el carísimo coste del empleo en España es el verdadero causante del galopante paro podremos comenzar a diseñar soluciones al problema; conviene recordar que la tan protestada reforma laboral sigue dejando a España en la última posición en cuanto a dinamismo del mercado laboral.
En este aspecto resultan especialmente definitorias las declaraciones de José Luis Martínez Guijarro, relacionando directamente cada punto de déficit rebajado y el número de parados. El problema de esta deshonestidad intelectual, por otra parte nada sorprendente, es que puede dársele la vuelta fácilmente, haciendo una relación entre los millones de euros derrochados por el gobierno de Barreda y el número de empleos destruidos en los últimos años.
En realidad, ni una cosa ni la otra serían ciertas. La caída del empleo y la actividad es un reflejo de los males de la economía española, de hecho, nuestra región sirve como auténtico museo de la crisis, por ejemplo, Seseña es el símbolo de la burbuja inmobiliaria del país, CCM fue la primera caja intervenida y abrió el debate del problema de nuestro sistema financiero trufado de políticos.
Podríamos continuar la ruta de los horrores visitando el Aeropuerto de Ciudad Real para comprobar cómo se utilizaban recursos públicos con fines electorales, o realizar un viaje por la parte nueva de Toledo para constatar el crecimiento de las administraciones autonómicas, creando fastuosos edificios que albergan inservibles instituciones. Por último, podríamos volver a Cuenca y contemplar una ciudad absolutamente dependiente del gasto público, que se convulsiona con los recortes como lo hace un drogadicto con síndrome de abstinencia, mientras se desangra demográficamente incapaz de generar actividad privada de forma sostenible.
Parece claro que con este panorama la subida del paro y la caída de la actividad económica de Castilla La Mancha ha sido algo inevitable. De momento, lo único que hemos conseguido es evitar que nuestra comunidad no sea una región fallida, intervenida por el Banco de España y sin futuro. El siguiente paso tiene que ser el cambiar nuestra economía, preparando a la región para ser competitiva y atractiva a las inversiones y a la iniciativa privada. Parece claro que nos queda mucho trabajo por delante.
Pablo Muñoz Miranzo
Twitter: @pablommiranzo