La muestra homenaje, que podrá visitarse hasta 14 de enero de 2018, descubre la actividad del Marqués como copista de cuadros de grandes maestros, de lo que él llamaba “nuestro tesoro del arte”, a través de siete de sus más destacadas obras.
Entre ellas se encuentran varias copias del Greco, como el ‘Retrato del cardenal Niño de Guevara’, cuyo original se encuentra en el Museo Metropolitano de Nueva York; la ‘Cabeza de Hortensio Félix de Paravicino’, en el Museo de Boston; ‘San Sebastián’, perteneciente a la colección Casa-Torres y hoy en el Museo del Prado; una ‘Cabeza de ángel’, fragmento de la composición de ángeles que actualmente está en la colección Marañón; y el ‘Retrato de Francisco de Pisa’. También se muestran las copias de las obras de Velázquez, ‘Retrato de caballero de Santiago’, de la Gemäldegalerie Alte Meister (Dresde) y el modelo de la ‘Coronación de la Virgen’, del Museo del Prado.
El Marqués, que fue alumno de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y vivió en París años de bohemia artística, ejercitó la copia artística para penetrar en los secretos de la técnica de sus pintores favoritos y para “fijar en la retina, con la contemplación reiterada que la copia exige, los caracteres que se escapan aún a los habituales de los museos”.
Mecenas, coleccionista y difusor del arte español
Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, II marqués de la Vega-Inclán, es una de las figuras más apasionantes de comienzos de siglo XX. Militar, viajero, marchante y coleccionista, se encuentra entre los principales difusores del patrimonio de nuestro país, a través de empresas como la restauración de la Sinagoga de Tránsito en Toledo o la del Patio del Yeso en el Alcázar de Sevilla, el saneamiento del barrio de Santa Cruz de la ciudad hispalense o la participación como vocal en el Patronato de la Alhambra.
Pero su actividad más destacada fue la de difusor del arte español, especialmente de la pintura, por medio de la divulgación de obras de los grandes clásicos, como el Greco, Velázquez o Goya, pero también de contemporáneos como Rusiñol, Martín Rico o Zuloaga.
Desde el punto de vista museístico, su personalidad supuso un importante paso hacia el desarrollo del museo especializado. A él se deben la creación del Museo del Greco en Toledo (1911), de la Casa de Cervantes en Valladolid (1915) y la del Museo Romántico en Madrid (1924), sin olvidar el papel que jugó en la creación del Museo Sorolla. También supo aunar esa política cultural con los poderosos mecenas, como por ejemplo el norteamericano Mr. Archer Huntington, quien, además de ser amigo personal suyo, donó en 1913 al Museo del Greco el ‘Retrato de doña Mariana de Austria’, de Martínez del Mazo.