El que no se consuela es porque no quiere, pero lo cierto es que la Unión Europea ya no existe, o se ha desvanecido ante nuestros ojos en la configuración y alcance que, imbuidos de un exceso de ingenuidad, le otorgábamos.
Para quien siga confundiendo imágenes borrosas con realidades tangibles, me permito recordar que este club de naciones que aspiraban a la unión política, a la convivencia pacífica, a la solidaridad, a un proyecto de desarrollo y prosperidad en común, lleva tiempo refocilándose en el insulto, la descalificación y la ausencia del respeto mutuo, requisito este necesario para la convivencia y el camino en común.
En Europa nos hemos perdido el respeto ¿y seguimos pensando que por este camino llegaremos a buen puerto? Algún avezado analista de esos que se ganan la vida explicando lo que ya ha ocurrido con pretensiones de oráculo de Delfos, empezó por calificar como PIGS a los países del sur, exabrupto tan ocurrente como insultante.
Y la ocurrencia hizo pronto fortuna entre los vecinos del norte, muestra palpable de la “calidad” de los vínculos y lazos que unen a los europeos del proyecto común. Alemania ha convertido en cuestión estratégica, lo que no sabemos es de que tipo de estrategia, la permanente referencia a la incompetencia y fracaso de unos vecinos sureños que, lejos de cualquier atisbo de complicidad, son estigmatizados como negativo ejemplo de lo que los nórdicos y teutones nunca desearían ser.
En un ejercicio de lamentable seguidismo, tan característico de algunos franceses como su empeño en alimentar otro espejismo como es el de su grandeur, el presidente Sarkozy se empina sobre las alzas de sus zapatos, que compensan su complejo de corta estatura, y se empina también sobre otra alza para su miseria política, el insulto y la agresión verbal a España y a los españoles.
Con amigos así no hacen falta enemigos, pero esto no ha terminado. Y es así que los italianos, algunos italianos, que ya se podrían estar callados después del espectáculo berlusconiano, sacan pecho en boca de un tecnócrata con nombre de videojuego que nadie sabe de donde ha salido, y que también se cree con derecho a ofender a mi país, a violentar la dignidad de los españoles, seguramente como forma de desviar la mirada de un espejo que puede que le devuelva una imagen no tan benevolente como le gustaría.
Siempre he pensado que la grandeza del proyecto europeo estaba en el respeto mutuo dentro de las diferencias, en la solidaridad de quien puede con quien lo necesita. Creo que es mucho lo que se puede y se debe aprender de otros países, otras culturas. Me gustaba esta casa común.
Pero no tengo intención de permitir que se ofenda a mi país, a la tierra de mis antepasados, a la que ha visto nacer a mis hijos. Me siento orgulloso de mi país, de España, y para ello no necesito faltar a nadie al respeto, pero tampoco tengo intención de permitir que otros nos lo falten.
Zapatero vino de noche con los deberes que los alemanes nos ponían, con cambio constitucional incluido, y se dejó en la travesía un trozo de la dignidad de los españoles, Rajoy lo ha vuelto a hacer mirando para otro lado mientras Sarkozy ofendía a España y a los españoles y, encantado de haberse conocido, se recreaba en la suerte y repetía la ofensa por si alguien se empeñaba en seguir mirando al espejismo de la casa común europea como si fuera una realidad.
De los ingleses no hablemos, gestores y beneficiarios del capitalismo de casino, city lo llaman, que nos ha arruinado y que nunca jugaron a otorgar visos de realidad a lo que no era mas que un espejismo.
En nuestros jóvenes, en nuestros hijos, está la fuerza de sus antepasados, a ellos hay que decirles que, a pesar de unos gobernantes que no se merecen, deben mantener la cabeza bien alta, sin faltar a nadie el respeto, pero sin mirar para otro lado cuando otros se lo falten.
Sé que mi país ha cometido errores, también sé que tendremos que superarlos sin la ayuda de nadie, lo haremos ahora como ayer, pero que nadie me diga que la Unión Europea es algo más que un mercado común insolidario gestionado por una burocracia con acento alemán y carente de legitimidad democrática alguna.
Si de lo que se trata es de señalar a la bestia-los mercados, a los más débiles, que no nadie dude que habrá zarpazos y dentelladas para todos, alimentar su voracidad con la carnaza de los países en dificultades abandonados a su suerte únicamente va a estimular su sed de sangre. En palabras de Geroges Soros, “yo apostaría contra el euro”.
Una cadena es tan fuerte como lo es el más débil de sus eslabones, Europa ya ha mostrado al mundo su fortaleza, la real, no la del espejismo.
Jesús Neira Guzmán