Sin embargo, en el presente el intelectual es el guerrero que con la pluma se dedica a predicar la importancia de la opinión a cualquier precio, sin la legitimidad que le daría una cierta racionalidad. En cambio tiene la retórica, en un mundo ajeno a la política y que ha sido secuestrado por el sentimiento. Al intelectual le corresponde una labor perniciosa disfrazada bajo el ropaje del bien sublime.
Pongamos por caso al mexicano Javier Sicilia, autor de poemas atípicos (se inspira en el catolicismo, su confesión) y hombre valiente que desde hace meses critica a los criminales que asesinaron a su hijo. Al frente del llamado Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, ha recorrido México acompañado de numerosos simpatizantes.
En el escenario de las próximas elecciones del próximo 1° de julio, el poeta tuvo un encuentro con los candidatos a la presidencia de México: Enrique Peña Nieto, candidato del PRI y de Televisa, la principal televisora del país; Josefina Vázquez Mota, candidata del partido en el poder, el PAN; Gabriel Quadri, del PANAL, de la poderosa líder sindical Elba Esther Gordillo, así como Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO), del PRD.
Después de su famoso ritual del beso (Sicilia besa efusivamente en la mejilla a todos) y de criticar a los candidatos, Sicilia protagonizó un desencuentro con el candidato del PRD, López Obrador, quien se negó a recibir el beso en cuestión y en cambio le dio un abrazo al versificador.
Lo cual es obvio, porque la generación de izquierda de plataforma nacional de López Obrador, que busca apoderarse del poder del Estado y pone un especial énfasis en la soberanía y los recursos naturales, no puede besuquearse sin más con la indefinición política del anarquista Sicilia quien, intelectual y sensible, integrante de la fantasmagórica sociedad civil, ha declarado que votará en blanco.
Discusión de por medio, Sicilia además tuvo la siguiente ocurrencia al dirigirse a López Obrador: “Para muchos usted significa la confrontación, la intolerancia, el mesianismo, la incapacidad de autocrítica y la revancha sin límites”. La mesa quedó servida para que los adversarios de López Obrador lo llamaran intolerante en las redes sociales, sin tener en cuenta que muchas veces, cuando se calla ante el delirio, sin duda se practica la tolerancia, pero la del impotente que guarda silencio por débil. O bien, el poderoso tolera al débil que parlotea sin sentido.
Pero volvamos a la reunión. Luego, después de que López Obrador invitara a la gente a votar el 1° de julio, el anarquista Sicilia ha dicho: “Yo no he llamado a no votar, yo digo lo que yo hago. Si ustedes piensan que yo oriento a la ciudadanía por decir lo que voy a votar es que ustedes creen que la ciudadanía es imbécil”.
Días más tarde, tras cuatro horas de deliberación, el movimiento #YoSoy132, multitudinario grupo de universitarios que se ha definido como apartidista (como si la verdad fuera neutral), contrario a Peña Nieto y a favor de la información no manipulada por los medios, declaraba sus intenciones de volver a debatir si finalmente se inclinaría por el voto en blanco, nulo o bien a favor de AMLO.
Pero el dicho de Sicilia alcanzó niveles de nulidad política cuando dijo que entre los seguidores de López Obrador había fascistas: “Yo le pido autocrítica. No es con usted, señor López Obrador, mis respetos absolutos, lo quiero muchísimo, pero me disgusta mucho la falta de autocrítica. Hay debajo de todo esto, no de usted, no de lo mejor del PRD, pero sí de mucha gente que lo apoya, un espíritu fascista”.
¿Y qué es el fascismo? No hace falta explicarlo, desde luego, cuando estamos ante el insulto por antonomasia en las discusiones, carente de ningún significado preciso, pero no sin antes haber declarado respeto absoluto y mucho cariño.
En conclusión, ¿qué ha pasado con el legado de Cervantes, soldado, escritor español, constructor de ideas potentes? El escritor actual, en cambio, proclama su derecho a decir cualquier cosa y ante la respuesta negativa acusa al adversario de fascista.
“Las armas y las letras” tiene en esa crítica su modelo, la tolerancia ya no del diálogo babélico sino del debate en el cual no caben todas las opiniones, porque las peor argumentadas tendrán que quedarse forzosamente en el camino, derrotadas.
Manuel Llanes