Merece un análisis serio ese voto cautivo que vota a la derecha pese a ser las principales víctimas de sus políticas neoliberales. Quizá por una mezcla de ignorancia y religión, ambas a la vez tan relacionadas. Pero no es el caso ahora porque en modo alguno se trata de una victoria de la derecha. El número absoluto de votos al PP es prácticamente el mismo que en las pasadas elecciones. Y en las anteriores. Apenas medio millón de votos más que cuando Rajoy perdió sus últimas elecciones con Zapatero obteniendo 154 escaños, 32 menos que los 186 actuales.
El resultado electoral no es la historia de una victoria aplastante de la derecha, sino el fracaso estrepitoso de la izquierda. O de todo ese espectro político que va del centro a la izquierda y que cubre a los dos tercios de españoles que se sienten a la izquierda del partido popular (el voto de extrema derecha está tan incorporado al PP que los partidos a su diestra, PxC, FE, España 2000, DN… no suman los 100.000 votos).
Son muchas las razones que han hecho a casi cinco millones de antiguos votantes del PSOE huir de esa farsa con dos caras que es el bipartidismo PPSOE. Cinco millones que apoyaron las políticas sociales de la primera legislatura de Zapatero pero que han reaccionado a su giro en la política económica hacia un neoliberalismo sin tapujos y que le han retirado esta vez hasta el saludo. Cinco millones que agrupados supondrían la tercera fuerza en el Parlamento. Cinco millones que se suman a los otros diez millones que ya antes no se consideraban representados por el PPSOE (ni por CiU o el PNV).
En total quince millones de españoles hartos del bipartidismo perpetuo de este país. Si excluimos el millón de votantes a esa cuña de centro-derecha ubicada entre PP y PSOE que es UPyD nos quedan catorce millones de ciudadanos ubicados ideológicamente a la izquierda del PSOE, que supondrían la fuerza mayoritaria en el Parlamento, pero cuya casi ausencia es la que ha proporcionado la victoria por goleada al PP. Una goleada basada en que el voto de solo un tercio de los ciudadanos mayores de edad le permitirá gobernar a su antojo sin dejarnos otro lugar de protesta que las calles. O que votados solo por un 48% de la población, el PPSOE se reparta el 84% de los escaños en el hemiciclo.
Las causas de esta situación habría que buscarlas en la Ley Electoral y la abstención. Empecemos por la primera:
Desde el movimiento 15M y desde otros foros se insiste en la poca justicia de la Ley D’Hont con los partidos minoritarios. También el programa de eQuo incorporaba su sustitución por la de Hare. Pero no es este el problema principal. eQuo tampoco hubiese conseguido representación por Madrid con otro modelo de reparto de escaños. El verdadero problema de la Ley Electoral actual es su modelo de representación territorial basado en pequeñas circunscripciones que son las que concentran el voto en los partidos mayoritarios. Con el mismo número de votos, si España contase con un modelo de circunscripción única, el PP hubiese obtenido 28 escaños menos, mientras que IU hubiese obtenido 14 más, UPyD 12 más y eQuo-Compromís habrían obtenido 5 escaños, además de haber tenido representación parlamentaria otros tres grupos y quedar un escaño vacío correspondiente a “Escaños en blanco”. Con este panorama el PP no habría obtenido mayoría absoluta y el Parlamento tendría una mayor pluralidad.
De todas maneras, incluso con una circunscripción electoral única, el PP habría podido gobernar cómodamente en coalición con CiU, ambos partidarios de vender las estructuras del Estado al mejor postor y dejar gobernar a los “mercados”. ¿Cómo es posible que después de gritar hasta quedarnos afónicos en todas las plazas del país que no somos mercancía en manos de banqueros, demos el voto a quien lleva explícitamente en su programa vender nuestros bienes para pagar el festín de los magnates para, si hay suerte, podamos hacernos con alguna de las migas que caigan de su mesa?¿podría interpretarse la victoria del PP como el fracaso tanto del PSOE como del 15M? En modo alguno pienso esto. Creo que el espíritu del 15M está más vivo que nunca y que será también más necesario que nunca en el futuro más cercano. Pero también estoy convencido de dos graves errores en su estrategia. Por un lado el querer desmarcarse desde un principio de la polaridad derecha-izquierda y la confianza en la capacidad de sumarse al movimiento de los votantes de derecha.
Algunos incluso creen que una vez conseguidos con los del PSOE (en cuya debacle el 15M ha tenido un papel fundamental), la política antisocial del PP hará lo mismo con sus votantes tradicionales. Dejadme que lo dude. Todos los planteamientos del 15M son radicalmente de izquierdas y no calarán nunca en el votante tradicional de la derecha, al que le dan pavor los procedimientos asamblearios y el tomar responsabilidades sin un beneficio personal directo. Es el momento de quitarnos los complejos y afrontar claramente que el bipartidismo es el instrumento de la derecha económica y que los ciudadanos indignados con esta situación estamos todos a la izquierda de ambos.
El otro problema, relacionado también con cierto temor de los primeros participantes en el 15M a ser relacionados con uno u otro partido, es su alejamiento de la participación política directa y la puesta en un plano de igualdad de la abstención o el voto nulo con el apoyo a cualquier partido político que defendiese los mismo principios que dieron sustento a las movilizaciones ciudadanas. Una condescendencia que no entendía que la abstención es la mejor herramienta del bipartidismo, y especialmente de la derecha. El Partido Popular nunca ha ganado por un aumento de sus votantes sino por un aumento de la abstención, y a los actuales les importa poco si sus flamantes 186 diputados se han conseguido con votos o con abstenciones, sólo les importa lo que van a poder hacer con tan tremendo poder. Es cierto que en los últimos días estas plataformas ciudadanas han parecido darse cuenta del error y han reclamado activamente el voto a partidos minoritarios. Pero éste ha sido un giro quizá demasiado tardío y, en ocasiones, totalmente equivocado, como las iniciativas para elegir el partido minoritario al que votar no en función de su trayectoria o sus propuestas sino exclusivamente de burdos cálculos estratégicos sobre sus posibilidades de obtener escaño. No podemos llevar a buen puerto ningún movimiento ciudadano huyendo de ideologías. No debemos olvidar que España 2000, Democracia nacional, Plataforma per Catalunya,… también son partidos “minoritarios”.
Esta falta de horizonte, unido a las ojeras que imponen los grandes medios impidiendo ver más allá del bipartidismo y que hace que los votantes desencantados de uno de los partidos mayoritarios se sientan perdidos sin saber a donde dirigir su voto, son, en buena medida la causa del aumento de la abstención que, sin duda, ha sido la clave para la victoria del PP.
Evidentemente la clave de la abstención no está sólo en la manipulación de los medios o el error táctico del 15M. También los integrantes del 15M que consideramos que, junto con la acción callejera y la asamblearia, es importante la acción política y que participamos activamente en algún partido político de izquierda debemos hacer nuestra propia reflexión de por qué no hemos sabido captar con intensidad ese rechazo al bipartidismo y a la corrupción e incompetencia de nuestros dirigentes. Nos congratulamos del importante ascenso de Izquierda Unida, pero el salto en número de escaños no se corresponde con un aumento igual de espectacular en el número de votos, que apenas ha doblado los irrisorios resultados de las últimas elecciones y se queda por debajo de comicios pretéritos previos a que el recurso al “voto útil” comenzase un trasvase continuo de IU al PSOE. Es destacable que un partido sin pretensiones de cambio más allá del de la Ley Electoral, como es UPyD, haya sufrido un ascenso proporcionalmente mucho mayor, multiplicando casi por cuatro sus últimos resultados. Tampoco puede servirnos a eQuo escudarnos en la falta de medios, el compromiso de no endeudarnos con los bancos para mantener la independencia, las trabas de los grandes partidos, la falta de tiempo o cualquier otra excusa para justificar la escasa identificación con ese montón de gente desengañada con la política tradicional de donde nosotros mismos venimos.
Otros partidos con planteamientos diferentes que deberían haber podido captar la gente que no coincidiese con las propuestas de eQuo o IU han tenido todavía menos capacidad de ilusionar (Anticapitalistas, PACMA, PUM+J, PCPE,…).
No es por tanto la disgregación de la izquierda la que la hace débil, como tantos años ha argumentado sin razón pero con éxito el PSOE y estas mismas elecciones ha utilizado IU hacia eQuo acusándolo de disgregar el voto de la izquierda y reducir la representación parlamentaria de ésta. De hecho, con los datos en la mano, en la circunscripción de Madrid, si todos los votantes de eQuo lo hubiesen hecho a IU el reparto de escaños hubiese sido exactamente el mismo. Sin embargo si 30.000 votantes de IU lo hubiesen hecho a eQuo éste hubiese conseguido su escaño sin perjuicio de IU que hubiese seguido obteniendo sus tres actuales, sino a costa de uno de los de UPyD. Este es solo otro ejemplo de lo equivocado de invocar al voto útil en cada circunscripción como desde algunos sitios web se ha venido haciendo (con la mejor de las intenciones) durante esta campaña electoral.
La causa última es el desapego de la izquierda a la participación en las urnas.
Un desapego que hace que la derecha esté volviendo a quitarnos un derecho que a nuestros mayores tanto esfuerzo costó conseguir. Necesitamos concienciarnos que si bien es cierto que el actual juego político no permite grandes reformas de las reglas del juego sin una acción decidida y constante en las calles, también lo es que esta acción en la calle y fuera de los partidos, por muy necesaria que sea, es insuficiente para conseguir cualquier logro sin usar los partidos como la herramienta necesaria para tomar el asalto pacífico a las instituciones que dictan dichas reglas. Quizá sea el momento de plantear una unión estratégica global de todas las formaciones de izquierdas, al menos para objetivos puntuales en los que todos coincidimos, pero antes es necesario conseguir la unión de los ciudadanos de izquierdas con sus partidos. No hemos sabido hacerlo hasta ahora.